Un mar de inmensa longitud
y profunda latitud nos separa.
El Señor del último peldaño
no nos favoreció bajo el mismo cielo:
tan cerca y a la vez tan lejos.
Si la María dejara por un momento
de roturar el cielo y se fijara en nosotros.
Quizá dándonos más tiempo...
tiempo al tiempo,
o acercara nuestros mundos.
Milagrosa tu siembra de amor,
María Magdalena,
pero de lo nuestro qué...
(Desde el primer instante
de la madrugada espero tu llegada).
María Magdalena no es la santa de amores imposibles. Siembra amores lejanos poco probables pero amores al fin que permiten soñar y amanecer el día con una sonrisa en los labios. Amor al fin, de eso se trata la vida.
ResponderEliminarSí.Muchas gracias. Beso.
ResponderEliminarSalud.