Muere mayo y voy a hablar de política, joder dona, tendré que adelantar la cita con la dama que no me deja ir (la psiquiatra). Y dale a la rueda. Ya te digo. Hablar de política no me obliga a preguntar lo que no sé como los peores abogados. Nada me obliga a escribir, pero me he dado cuenta de que no estoy de acuerdo. A partes iguales: ciudadanía y políticos. Piensa uno que nos queremos poco, porque si hay algo en lo que todos deberíamos estar de acuerdo, políticos y ciudadanos, es en que amar es una bendición y no una rebaja de fin de temporada, un complemento o un favor personal. Y, además, y sobre todo, no podemos dejar de pensar en el hecho irrefutable de que hay decisiones personales que atraviesan nuestra zona egoísta de confort para llevarnos a una zona de desconfianza sin peros. Pido perdón a quien amé, porque me dejé morir y no estoy muerto. Quiero decir que no creí que podía volver a amar y estoy poco muerto para no poder amar. El amor humano puede dar en quiebra, incluso antes de llegar al desamor. El amor humano todo lo puede, aun cuando la confianza se quiebre y la poesía no se explique. El amor que hay en uno no muere ni se olvida, se queda esperando hasta que despiertes. Si un día te levantas y echas algo de menos, no sabes qué, o estás ajeno a todo: ¡corazón mío, hoy he muerto!. Perdóname. Gracias.
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