Tortura de remordimiento.

Ayer en lugar de mi telenovela favorita, por la televisión emitieron una película de un preso que el carcelero torturaba con una gota de agua sobre la cabeza para que le dijera lo que quería saber. Al principio, al preso, la gota de agua le agradaba, pero al paso del tiempo cada gota de agua le golpeaba la cabeza como un martillo y se murió sin decir lo que el carcelero quería saber. Probe, igual ni lo sabía. Yo, le hubiera torturado con el disco de Julio Iglesias, jr.

La fuerza de una gota de agua se concentra en el tiempo y hace más daño que un martillo. Un martillo te mata y ni sientes ni padeces. Pero una gota de agua te mantiene vivo hasta que cierran el grifo o te mata como en la película. Me dormí y no sé cómo acabó la película, supongo que muerto el preso se acabó la tontería del carcelero.

Traigo a de soslayo la película de ayer porque para ir por la vida se requiere aptitud, además de humildad y ganas de aprender. Una gota de agua vale como rumor, como tortura el remordimiento. Me cuentan mis informadoras que una gota de agua echó a andar y creó certezas en diferentes direcciones. Una de esas certezas está subvencionada por quien gobierna sin gobierno y cuya ciencia es colocarse en lugar preferente y hacer de las certezas que le convienen verdades inapelables. Lo peor del amor es cuando se va pero algo queda, ay. El poso de amor no es desamor. Amor.

Tu mirada leía un libro escrito con todos tus días antes de que un solo día se convirtiera en tortura de remordimiento. Mujer: Ese día también estaba escrito y no lo leíste. Gracias.