jueves, 1 de octubre de 2015

Una visita inesperada.

Ayer tarde mi esposa recibió la visita inesperada de una amiga compañera de trabajo cuando hay trabajo y mi esposa trabaja. Importa la amiga. Y tomaron café en agradable tertulia hasta que la noche les dijo va siendo hora, ¡caramba!, mañana será otro día. El caso fue que mi esposa llegó a casa más feliz. La amiga de mi esposa pasaría por dama de la poesía, nos presentó y tiene una risa encantadora y la mirada clara. Será tema a tratar en otro de soslayo.

En un mundo cada vez más desapegados unas de otros es una gran noticia que una compañera de trabajo visite a mi esposa para tomar café y hablar de sus cosas. No es habitual. Igual en otro tiempo... no recuerdo. Solo por la alegría que inyectó en sangre a mi esposa, amiga de mi esposa, muchas gracias.

Sé que las cosas no están para visitas, que la risa cuesta y cuesta la mirada franca, incluso el café cuesta. Salen mal los sentimientos del alma cuando los oprime una realidad que espanta. Es una verdad. Otra el olvido y alguna miseria. O el amor, nada es descartable. Corren malos tiempos para el amor, dona, está muerta y lo sabe mejor que alguna, ay. Te echo de menos, carinyet.

Todos queremos que pase pronto esta tragedia que vivimos... A Zapatero le constó llamarle crisis y a Rajoy superarla. ¿Hasta cuándo? ¿Ya no pregunto por qué, solo hasta cuándo? Si tarda en pasar no sé si llegaremos humanos seres de sentimientos. Entonces no sé qué haríamos al respecto. A mí se me está haciendo demasiada larga y pesada la crisis. No puedo quejarme y no me quejo. Pero hay gente que está a punto de tirar la toalla, demasiada gente, lo sé de fijo. El desgaste de la sociedad es grande y la convivencia se hace complicada. Sin culpas ni culpables, amor, ojalá quiera la Magadalena y lleguemos al fin de la crisis con la risa encantadora y la mirada clara que ayer me regaló la amiga de mi esposa. Fue mucho para mí. Y para mi esposa, evidentemente. Muchas gracias, no me canso.

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