Hoy, sábado, es la presentación de la Fallera Mayor en el pueblo de Patricia, y como si yo fuera la alcaldesa o el novio de la Fallera o el Fallero mayor del Reino de Valencia voy invitado. Preciso. Y con amenazas: si no vienes no hay baile. En mi pueblo natal dicen "no hay fiesta sin Tarasca". Pues eso, yo soy la Tarasca o es lo que me quieren hacer creer. En parte tienen razón, no hay fiesta sin Tarasca y sin arbellos... Mejor lo dejo: me veo venir y no tengo buena cara.
Mi esposa afirma que hay que celebrar la presentación de la Fallera Mayor sin objeciones. No hay más que hablar. Eso no quiere decir que en un descuido o antes si empieza la música enlatada vuelvo a mi hogar en penumbras. Meridiano. No volveré acompañado de ruidos y tambores y petardos metidos en mi cabeza. Claro, no se explica, cualquier excusa es buena para celebraciones por todo lo alto. Soy viejo y prefiero leer un libro o escribir o ir al velatorio. Las buenas, si son amigas, siempre se van primero. Hoy una amiga ha muerto. Descanse en paz.
Mientras mi mente se sitúa en condiciones aceptables para un acto de este tipo voy a descansar. Este plan de vida es imposible. Es como amortajar un vivo para la muerte: todo a su tiempo, las mujeres primero. La muerte no se quiere ir de vacío. Una vida se va y otra aguarda. Si es la mía que nadie me lleve flores: Una oración suficiente. Muchas gracias. Se les quiere.
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