jueves, 29 de octubre de 2015

Hipermetropía.

Vengo del oculista y me confirman la peor de las sospechas: soy hipermétrope. Además. Después de las pruebas más exhaustivas no cabe la menor duda. Como afuera me esperaba mi esposa disimulé; de eso algo sé, y me salió bien, no se dio cuenta que tenía el miedo en el cuerpo. ¡Virgen!. O no se fijó. Luego se trataba de elegir las gafas que resaltaran mi belleza natural. Cualquier modelo me quedaba estupendo, la verdad, elegí casualmente las que dijo mi esposa. Pero la procesión iba por dentro, ay. De vuelta a casa, entro en Google y unos y otras aseguran que la hipermetropía es cosa de viejos: "Defecto de la visión que consiste en percibir confuso los objetos próximos por formarse la imagen detrás de la retina". Hubiera preferido que los objetos cercanos fueran lejanos y confusos algunos, y ya situados que la intuición se encargara de ellos. En fin, tampoco me importa si cerca o lejos: para lo que hay que ver... en el pueblo, quiero decir. (Llevar gafas será un recurso que sabré explotar).

Debe ser triste, muy triste, llegar a los años altos y no tener la vista cansada o el alma en pena por tantas decepciones. Debe ser triste que en el pueblo de Patricia le pregunten a mi esposa por mi salud y no tenga a mano una enfermedad que les alegre el día. Parece que la hipermetropía no es grave, pero algo es algo. De otra manera bien, muchas gracias.

1 comentario:

  1. Velo por el lado positivo, me ves de lejos... me imaginas como quieras. No tendré defectos. La mujer perfecta. ¡Muy bien!

    Algo es algo dijo un calvo cuando le salió un pelito. (falto a la palabra falaz tan como la mía, vuelvo a comentar, ¡Mátame camión! ¡Me lleva pifas!

    ResponderEliminar