Puede ser complicado comprender a una mujer. Digo una mujer complicada y enamorada. El amor es un sinvivir ya de por sí, ahora sumémosle al amor una mujer complicada. Ah, y rencorosa de insondables caminos. Ante una mujer así, nos salva la santa poesía. Porque un día sí y otro también hace de lo que ve un milagro. Solo ella ve lo que ve, por eso es un milagro. Por conocerla y entenderla, incluso llegar a quererla. Por quererla tanto me encuentro metido en este dilema sin saber qué hacer. Una mujer fratricida, con facultades evidentes para la autodestrucción. La fe es la luz del invidente. Un dios bueno le otorgaría su gracia si decidiera abrazar su fe. No hay dioses buenos ni mujeres complicadas, hay amor y santa poesía. A los supuestamente fallecidos y enterrados me remito. Si aprendió la lección de estos días, debería sacar de su vida aquello que de antemano sabía, porque alguien se le dijo, que era la muerte para su salud mental. Pero va a ser que no, ay. Poco dueña y poco leída para hacerse valer y sacar a la calle sus armas de mujer. Ante tal posible escenario, es el momento de advertir a una mujer que existen hombres y mujeres a la altura de su intranquilidad que luchan por llegar a fin de mes y no, tampoco llegan. (Estoy aquí para conciliar vínculos y rehacernos como familia. Te invito a repoblar de sueños Les Seniaes). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario