El de los huesos sabrá, pero yo no creo que llegue al verano con tanta queja con llanto de mi esposa. El brazo casi roto tira a mejorar, pero la rehabilitación, el fisioterapeuta que le consume las lágrimas... ¿Y yo qué? Esta vida mía, si no por una por otros, es una suerte adversa. Un marido sufrido, que todo lo guarda en sus adentros para no dar de qué hablar, desde el día del accidente, está que se sube por las paredes... y sube y sube. ¿Alguien sabe si una recuperación fisioterapéutica es para siempre? Y si algún día podré bajar de la pared. De un brazo casi roto a un brazo casi inútil... ¿Qué importancia tiene? Vivir la tranquilidad desde la raíz del nuevo día hasta el anochecer, y dormir, eso importa. Esto no es vida. La tranquilidad es uno de los grandes dones que el Señor ha dado a la humanidad, pero también la tranquilidad sufre la tentación de importunar al colindante. Cuando una persona busca la tranquilidad y no lo encuentra porque la casa donde vive es un valle de lágrimas... Dichosos aquellos que saben sufrir los excesos del dolor en el silencio. Bendita aquella que rehabilita un brazo casi roto sin ser un incordio. Que nadie se crea con el derecho o la licencia para imponer el dolor y su misericordia, porque el amor está indefenso. Por salir pronto de esta angustia, ahora, ya, a más tardar. (Ruego una oración por este dolor imposible). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario