domingo, 18 de noviembre de 2018

Pues eso.

¿Qué les dije el lunes? Pues eso. Todas mis esperanzas las he entregado menos ésa que no entrego porque si la entrego ¿qué me queda? Pues eso. Pues eso es la manera que tengo de decir que un domingo de ir a misa y cantar la verdad no hay gaita que tocar. El lunes echo cuentas y sí, me salen, pero según se acerca el viernes de mercado la realidad me obliga a comprar disculpas a pesar de que aún me queda por escribir el sábado de fieles difuntos y el domingo de ir a misa. A cada día de la semana le insuflo una esperanza nueva o renovada y el viernes, casi vencido, ofrézcome y vuelta a empezar. De viejo no recuerdo un tiempo en el que llamaban a mi puerta para entregarme amor eterno. Porque hablo de amor, claro, ¿de qué sino? No me cabreen, escribo para ustedes, pero no me cabreen porque una cosa lleva a otra. Disculpen, los años no perdonan si hablamos de amor -sí, también de amor- y mi memoria no quiere chivarme en qué rincón de mi cabeza guardo mis amores eternos. A pesar que para mí cualquier tiempo pasado fue peor, si fuera capaz de recordar, cuanto menos no me cansaría al intentar cambiar las cosas que no tienen arreglo. Y el Sabina canta: "Desconsolados van los devotos". Aún sabiendo que su destino es el olvido que no encuentra camino, mientras amanezca el día... No hay gaita que tocar. Gracias.

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