miércoles, 7 de noviembre de 2018

Las diarreas del poder.

Quien vive de las apariencias -llegada su hora, tac-, se lamenta en la intimidad de su hogar para no dar de qué hablar y pide a su dios bueno que le alumbre con palabras sinceras... pero vivir de las apariencias le atrae tanto, ay, a pesar de saber que las apariencias no engañan... El asunto es más sencillo de lo que parece: "no ofende quien quiere sino quien puede". El que anda de romería, ¡viva la romería!. Y, como si nada hubiera pasado... valen los plausos y siempre nos quedará París. Quien vive de las apariencias no recuerda que con los aplausos vienen los aduladores... Los aduladores. El último estropicio es un colmado de disparates y nadie sabe qué decir para que los gobernantes dejen de intoxicar a la ciudadanía con sus diarreas. Las diarreas del poder. Lástima que sean niños los que sufran tanto desprecio. Los niños pierden la oportunidad de disfrutar de aquello que en justicia les pertenece. La abulia de los políticos en el poder alcanza cotas de humillación. Se relega a los niños. Entonces la ciudadanía saldrá a la calle y exigirá responsabilidades y... Ya, la ciudadanía no es de mucho reivindicar derechos... (Espero afable la llegada de las próximas elecciones porque en este país el voto sigue siendo secreto). Gracias.

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