Gregorio Marañón dijo: "La vida es nueva cada día". Y yo digo que no, al menos si hablamos de política. Y dale.
El fin de las ideologías, la nada, la vieja crisis de valores éticos que viene arrastrando la sociedad han conducido a la política y sus dueños a lo que he dado en llamar: La política de los porcientos. Sin norte, sin sur, sin estar enmarcado en los principios ideológicos, preso del todo vale y del sálvese quien pueda, la política ha ido perdiendo sus esencias para pasar a ser escuela de negocios olvidando que su objetivo fundamental no es otro que el servicio a los demás y sus verdaderas necesidades. Ahora, tan cercano en el tiempo como siempre, habrá nuevas elecciones municipales y autonómicas y la clase política se repartirá el pastel a porcientos. Son familias, son una mafia: cada puesto en la lista tiene un precio a pagar en dinero, especie o favores. Así anda una patria por definir sin consuelo ni esperanza viendo cómo los dueños de los partidos luchan encarnizadamente por ser cabeza de lista y formar su equipo de confianza.
Ojalá y otros políticos vengan con nuevas políticas y propaguen la buena nueva de retornar al camino de los valores humanos y sus nobles intenciones al servicio de los demás, o sea, al bendito amor, que de eso trata la cosa. Gracias.
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