Si yo fuera ministra, lo sería de Sanidad. Y planificaría fetén las competencias de la Administración General del Estado para asegurar a los ciudadanos el derecho a la salud. Salud Mental. Dependencia. Urgencias. Cita previa comunicando. No daría palo al agua. En realidad es lo que quiero, no dar palo al agua por 90.000 Euros. Tendría despacho con vistas, secretarias y secretarios y coche oficial. Y lo que se me fuera ocurriendo, que no sería poco, aviso. (Si dicen que dizan). Y si la oposición quiere que vaya al Congreso a que les cuente un cuento ya les gustaría. Además de por mi cara de pocos amigos, quien me conoce sabe que soy muy aburrido y triste de morir en cualquier parte. Eso sí, a la ciudadanía no le faltaría na (na de na), la tendría presente en mis oraciones y seguiría presa del pánico: además del coronavirus que sigue a lo suyo y el virus del Nilo que apunta maneras, la OMS declaró emergencia de salud mundial por la viruela del mono. La muerte más o menos estaría garantizada. Y personal sanitario para no faltarle al juramento a Hipócrates, no habría. Sería la ministra de lo que no hay. Un monseñor, por ejemplo, también es un ministro de lo que no hay. Pues que María, la Magdalena, nos inspire y que el Sabina nos cante "La canción más hermosa del mundo". Y a vivir que son dos días... (Disculpen, no tomen en cuenta está chorrada. Es un discurso continuista, antinatural, desvaloriza la vida promoviendo la muerte. Cuídense mucho y sean felices). Gracias.
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