Dejamos ir a quien deseamos que se quede, acallamos a quien necesitamos escuchar, ignoramos a quienes nos llevan en el corazón, le damos prioridad a nuestros asuntos inaplazables sobre todo lo demás. Eh, si lo demás es todo estamos solos. Claro, al silencio ni Dios le escucha. Construimos una vida a la medida de nuestros intereses sin contar con nadie, mientras destruimos un espacio donde pueden caber nuestros sueños, alegrías y alguna contienda. La puerta es estrecha, angosto el camino y no cabe tanto orgullo. El asunto es más serio de lo que parece porque alguien sufre. (A veces nos ciega el orgullo). Se está haciendo habitual utilizar las redes sociales para insultar y amenazar, como los peores politicastros (añado la afonía que identifica a los que tienen aspiraciones sociópatas). Es un desprecio a la memoria, antesala del olvido. Cierto, el asunto es más serio de lo que parece porque alguien sufre. Ese maldito orgullo hace lo que no debe para llamar la atención, lo que es más grave y trascendental. Las redes sociales, y, sobre todo, el lavadero municipal. Llevemos la cautela a nuestros días, porque hay mentes diabólicas que van en busca el éxito fácil y la gratitud social, incluso las autoridades les rinden honores. (Tras el morbo va la atención, y después, una tragedia mayor... de soslayo no miente, pero tengan cuidado afuera). Gracias.
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