Amaneció un sábado que no pagaría por él. No es una sensación, presagio, corazonada, es la inapelable realidad. El tiempo que me queda se escapa de las manos. El poco tiempo que me queda. Soy optimista, así que no vengo a cantar miserias ni boleros tristes. Un sábado al azahar de soslayo confirma una rápida pendiente hacia el desapego más absoluto. De repente aparece ante mis ojos un exceso de palabras aterradoras y necesito saber quién vomitó esas palabras para tomar medidas correctoras. Mis días han cambiado y no puedo preguntar a nadie que no sea yo mismo acerca de lo embarazoso que sería enfrentar a la familia y otros egoísmos al amor. La situación es compleja y necesita un periodo nuevo y una nueva visión del todo. La transfiguración de la familia. Debo pensar en un poder estructural de dimensiones extraordinarias donde no dejaría de acentuar la verdad. ¿Puede alguien mencionar un solo hecho que no surja de las peores relaciones familiares: uno y otra y todos contra todos? Por nosotros, por la familia y sus valores. Uno, la moral, por ejemplo, se basa en celebrar la distinción entre lo que depende de nosotros y lo que no. El límite entre nuestra capacidad intelectual y la necesidad casi inapelable de declarar el "ser" egocéntrico y el chantaje. (La sartén es mía, y el mango también). Y yo en medio del idilio muerto. Gracias.
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