Ayer declaraba acuciante la búsqueda de gente que sepa elegir o preguntar si no saben, porque el deber ciudadano no está claro. La palabra es sagrada, y si se da se respeta hasta el fin de los días. Nos las damos de idearios del bien y el mal. "... y mi palabra es la ley", como la ranchera, pero no hacemos camino al andar, como nos aconsejó don Antonio. Hoy, Día de la Asunción de la Virgen María, el día que María subió al cielo sin morir, dejó una vacante y la fila dobla la esquina, como la de los comedores sociales. Ahora fuera caretas: me diste la palabra sin saber lo que valía, y sin darte cuenta ya estás pagando por no contestar a la pregunta de ayer: ¿libre o esclavo? Actúas con la misma ira con la que fuiste herido por ella. Llegado a este punto y descubierto tus formas de hacer daño ya te ha vencido: ha logrado que te desvirtualices y te convenzas de que eres igual o parecido. Y vuelta a empezar... ¡Maldita soberbia!. Como advirtió Rabindranath Tagore: ¿"Qué es un hombre sin un sueño"? Pues no sé yo si dejando correr el tiempo alcanzarás tus sueños. Deberías antes de que sea tarde preguntarle a Eugenio, mi viejo y sabio amigo, pero murió. Sospecho que sigue habiendo cosas en el corazón que la razón no entiende, ni entenderá. (A esos endiosados del ego que monjes budistas, psicólogos alucinantes y palmeros llaman "El breve"). Gracias.
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