lunes, 26 de agosto de 2024

Atando cabos.

No niego lo que me confunde, pero se acabó. Me doy a aquellos que son mi vida. Y paso a atar cabos: Al alba no rezo, miro hacia adelante y me considero un privilegiado: Amo a Carmen, y tengo dos hijas y tres nietos maravillosos. Y una amiga que se lleva a morir conmigo, también tengo un ruido horroroso en la cabeza. Y lo que sea que escribo me atropella. Me encanta leer y me chifla escribir. Estoy tan cerca de lo bueno como de lo malo. Lo que tiene que ver con el amor lo llevo al día y feliz. Lo de la amiga fanática y el ruido reiterativo, binomio criminal, lo suscribo y añado que, como la muerte, es una gran ironía. Cuando entrego el expediente del día al encargado de la lista de los amanecidos recuerdo a los sociólogos que afirman que el dinero solo es importante para quien aún no tiene lo suficiente para vivir dignamente. Todos aspiramos a vivir dignamente. Qué raro, eso de vivir dignamente llevo días que no me lo quito de la cabeza. Un día te das un cabezazo contra una farola y reconoces como fundamental la familia, y los hijos primero. Las amigas, las verdaderas, no las sexuales ni las encantadoras de serpientes. El sueldo no llega a fin de mes y la nevera vacía. Y hoy me miré en el espejo y estaba solo. (Antes de que la muerte les presente sus respetos, no olviden lo principal: búsquenle sentido a la vida, compártanla, y sean felices). Gracias.

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