Hablo de política, que ya tardaba: ¿Qué ha perdido nuestro sistema político desde las últimas elecciones municipales? Para empezar, ha perdido una lideresa verdaderamente carismática (qué habrá sido de su magnético encanto, de su duende, de su poesía, ay). Además, al haber fallecido el debate de las ideas, se ha desideologizado. Los ayuntamientos se mantienen con los impuestos de la ciudadanía que perciben a través de las diputaciones, al que añaden otros ingresos de negocios sin acreditar, blanqueadores de dinero para comprar y vender con fines espurios. Contra un gasto, una factura, si no hay factura no hay gasto, pero hay gasto y hay acervo. Otro milagro para creer. La aspiración de los partidos es ocupar el poder y luego, con alcalde, besos por doquier. Lo sabe el alcalde y lo sé yo. Quienes parece que no lo saben son los votantes. Este alcalde no se parece al candidato que conocimos hace aproximadamente un año. Por tanto, lo único que podría salvar al pueblo, es una revolución, lo cual se antoja por ahora imposible, porque ya no hay revolucionarios. Lo que sí hay, y lo sé de fijo, es una mujer enamorada del alcalde. Huye despavorido cuando la ve. Me cuentan que le pidió un beso y no llevaba suelto. Un beso no se niega a nadie, aunque sea del partido del irrepetible. O una acosadora psicópata. (Téngase miedo, alcalde). Gracias.
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