De pasar y no, o de haber pasado. A veces pienso que nos hubiera ido bien. Qué vidas echadas a perder. Ni tú ni yo somos voceros radicalizados con permanentes enfrentamientos con nuestros adversarios. No sabemos qué hubiera pasado, pero bueno sería. Pudimos y no quisimos, o no se dieron las circunstancias. Como ves, cuando a veces pienso en ti, en los dos y lo nuestro. Te equivocaste, lo reconoces. ¿Y? Lamento sinceramente que no te hayas comprometido con el bien comunal. Tal parece que alguien estaba interesado en que nos lleváramos mal y cayéramos en un mar insondable. Hubo ese alguien. También por nuestra incapacidad a estructurar un proyecto para engendrar mínimas simpatías entre nosotros, y no entre los nuestros. Los nuestros siempre fuimos nosotros. Qué estúpidos. Ojalá me engañe, porque de ser verdad, merecido tenemos el estropicio que hicimos con nuestro compañerismo. No teníamos que aspirar a lo que ya teníamos. Es evidente, incluso, si tenemos en cuenta nuestras sempiternas discrepancias. Perdona, lo mío es una condena. No me apetece escribir y escribo para seguirme el rastro, para saber quién soy, para saber quién fui, para reinventarme, para pasar el tiempo... (Escribo, solo eso importa. Me importaría más que no me leyeras. Pienso que te hago daño sin ni siquiera pronunciar tu nombre). Gracias.
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