Lo que somos por dentro, y a veces por fuera. Lo que somos por fuera es lo que ven nuestros ojos, sin doblez, claro, eso es, pero un imprevisto, una enfermedad, por ejemplo, nos sorprende y reaccionamos. A veces la vida nos coge desprevenidos y asoma nuestra actitud más perniciosa y ciegos de rencor ni siquiera nos reconocen. Hubo un tiempo que nosotros también fuimos lo que ven nuestros ojos, sin doblez. Lo que somos para los demás a veces decepciona. Aunque solo decepciona un poco, porque cada vez engañamos menos. Maldito rencor, de no ser odio. A veces por amor nos dejamos engañar un poco, aun sabiendo que dejarnos engañar poco o mucho no es bueno, porque podemos llegar a creerlo y hasta nosotros, ante un espejo, no nos reconocemos, o lo que es peor, nos proyectamos en Shakira y sus caderas, ay. En especial, si ocupamos un lugar de relevancia entre la vecindad. Permitir que la adulación se adueñe de nuestra rimbombancia es arbitrario y conlleva favores. Cuidado con los favores porque tarde o temprano alguien nos pasará factura y el precio pudiera ser exagerado. Y en este punto llega la pregunta: ¿Somos lo que damos o lo que podemos dar y no damos? Si no es por amor, mejor no dar. Una dama de la poesía sabe si es amor lo que ven nuestros ojos. (Alguno agradecería que alguna, la mayor decepción, se quitara la cara que le proyecta Shakira y cambiara sus propias caderas de acera. Pero alguno es lo que es: nadie). Gracias.
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