Entre las frivolidades que explican las derrotas, la primera es la cultura de quien centra su amor/odio freudiano en quien fue y sigue siendo su mentor. Sana virtud esa de meter la pata. Los muchos quehaceres conllevan grandes sacrificios, y llegar lejos, necesariamente, no es llegar alto. El mandato delegado en quien no sabe qué hacer con él, y, sobre todo, después de meter la pata... claro, la pata de atrás. La metió de tal manera que acabará pagando el alto precio que se paga por incumplir una promesa. En un minuto de tiempo. El tiempo se computa cuando echa el reloj a andar... tic... tac. El tiempo pasó: 9 años y 500 noches. Y a pocos días del solsticio vernal, se acabaron los amores de conveniencia. Se les veía tan felices, era tanta la sinergia y tanto llevarse bien que enseguida fueron carne de cañón. Cuando hay deseo de paz no se entablan contiendas, por lo que se recomienda sosiego. No honrar a los muertos y no cumplir con la palabra dada fue una gran torpeza. Esa es la verdadera historia. Ella y él, los dos sabían de antemano que esa pelea la iban a perder. Temerarios, soltaron los perros por Les Seniaes y lanzaron los misiles rusos, pero contra la persona equivocada. La paranoia de su ignominia no daba crédito al castigo que se autoimpusieron. (Incluso en el amor, es aterrador confundir el deseo con la tozudez de los hechos). Gracias.
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