A cada paso, donde quiera que vamos, dejamos huellas, nuestro rastro. Incluso las huellas de los invisibles están presentes para bien o para mal, por tanto, donde tocamos dejamos huellas colmadas de nosotros mismos... Tu huella es insignificante.
La huella que dejaste en el corazón de alguno no se percibe desde fuera (y en tu interior tú tampoco la percibes), pero sigue aquí, en el interior profundo de quien con cada gesto saturado de deshonesta incuria abusaste. Tuviste miedo y no adjuraste para no perder; no me escuchaste: "lo que no das no te lo quitan, te lo quitas". Con tus andares de abuso continuado lo ibas demostrando. Un solo roce de empatía por decreto te hubiera salvado (salvado y salvada). Suplantaste a quien conocí, y tú no eres capaz de transmitir la belleza que permanece oculta. A pesar de saber que sigues ahí, clandestina en el pasado, no pocos se mudaron para no sentir tu dolor particular. Y tu habitual parafernalia. Cada latido de corazón esquiva las huellas de quienes no enderezan su rumbo, tú no lo enderezaste, y la adversidad de esto es que pudiste. No lo hiciste y perdiste lo que más querías al margen de la familia, incluso la familia política que elegiste de puro amor. Aunque hubiera caminos que pudieran ocultar tus abusos, nunca podrán borrar tu propósito traicionero. (Nadie perdió tanto en tan poco tiempo). Gracias.
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