Cogió el pergamino y sigue leyéndolo. Les dejo los cuatro principios.
Primer principio: Cada mañana, al despertar, debes agradecer a Dios por lo que tienes. La oportunidad de vivir, la salud, tener trabajo y hacerlo bien, de amar a tus seres queridos y respetar a los demás, también por todas las cosas materiales que están a tu servicio. Segundo principio: Tienes que repetir hasta creerlo que eres valioso. Debes fijarte metas vitales para todos en su beneficio, también en el tuyo. Tercer principio: Comprender el poder que existe en la acción. Sin la acción, tus metas carecen de valor. Cuarto principio: Mantenerte en continuo aprendizaje. La manera de llegar a ser mejor es aprender algo útil cada día. Como subir una escalera: Un peldaño cada día y te sorprenderá la altura que alcanzas. Y nunca, nunca, dejes a nadie atrás.
-"¿Eso es todo?
-"¿Serás capaz de superar los cuatro principios? Le pregunté, y sin respuesta dio media vuelta y regresó a la nada. No volví a saber de ella. No era feliz, se había entregado a la tristeza y a una pena grande, ni siquiera intentó superar el primer principio. Nunca tuvo intención de superarlos, ella solo quería saber qué siente el desamor ante el amor (eso también lo vi en sus ojos). Estúpida niñata que no sabe que el quid es comprender que la felicidad está en uno mismo, imaginándola mediante sencillos principios ("ama y serás amado") que se aprenden haciendo el bien ("sin mirar a quién"). Cuanto menos intentarlo... Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario