Esto no puede ser no más que una canción, quisiera fuera una declaración de amor, romántica, sin reparar en formas tales que pongan freno a lo que siento ahora a raudales. Te amo, te amo, eternamente te amo.
Si me faltaras no voy a morirme,
si he de morir, quiero que sea contigo.
Mi soledad se siente acompañada,
por eso a veces sé que necesito
tu mano,
tu mano,
eternamente, tu mano.
Cuando te vi sabía que era cierto
este temor de hallarme descubierto.
Tú me desnudas con siete razones,
me abres el pecho siempre que me colmas
de amores,
de amores,
eternamente de amores.
Si alguna vez me siento derrotado
renuncio a ver el sol cada mañana
rezando el credo que me has enseñado.
Miro tu cara y digo en la ventana
Yolanda,
Yolanda,
eternamente, Yolanda.
Y resulta que Yolanda era ese verso al vuelo sobre un amanecer desemejante que sin anticipado aviso ejerció su inalienable derecho a ser libre. Y resulta que puso más o menos su vida en orden y con su hermosa canción levantó el vuelo hacia una luciente estrella. Y resulta que siquiera se dio un minuto de su tiempo para despedirse de mí, de mí. Y resulta que se fue sin poder decirle que era para mí ese verso al vuelo que no quiso hallarme y me dejó dejó triste conmigo. Se fue sin decir ahora vengo. Y resulta que yo, con voz titubeante, con infinita calma no le hablé de amor. Y como alma de otoño quedé sin poesía: Esto no puede ser no más que una canción; quisiera fuera una declaración de amor. Te amo, te amo, eternamente, Yolanda.
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