Ayer mi ordenador que me ordena perdón, no supe explicarme. Ayer escribí: "Cuando una mujer esclarezca las dudas sobre la existencia del amor, cobrará la poesía el protagonismo que nunca debió perder entre el despotismo y las humillaciones". Una mujer creyente, como su fe religiosa solicita, olvidó que el amor... como el odio... Ay, del amor al odio. No me tomen en cuenta, pero tampoco me echen al olvido, porque algo pretendo decir, aunque no sepa explicarme ni enaltecer lo que siento como lo haría un poeta. Ser humilde y saber perder en el amor, y sin violencia, que para algo de cuando en vez escribo que el único rencor posible contra una mujer es un bolero, y la única venganza ser feliz. Ante las derrotas que podemos esperar de la vida hay que saber perder y renunciar a la inquina, especialmente en un arbitrario país insensato y vehemente, donde con penoso éxito se irrespeta todo, incluyo el amor y la santa poesía. Y puesto que venimos de la tierra: "de aquellos polvos, estos lodos". (Proverbios 16:25: "Hay caminos que al hombre le parecen rectos pero al final es camino de muerte"). Gracias.
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