Recuerdo salir en busca de gente altruista, con potencial, y la encontré atrapada en jaulas de cristal. Hay gente que se cuida en exceso, tienen miedo de todo y de todos, también de sí mismos. Y se aíslan. Y no hablo de mí. No soy el único ser en la tierra sumido en la discordancia. Y ahora hablo de mí: me embriaga la tristeza y mi mente se involucra entre líneas paralelas y no me encuentro. Un contrasentido, una locura. O un desafío. Si fuera un desafío sería un libro de poesía y me animaría a correr riesgos porque despertaría mis arrojos y me ayudaría a salir de mi tóxico universo. La poesía me ayuda a vivir la vida con sentido de la permanencia. Es duro vivir, y más duro si observas la cotidianidad de los demás. Prácticamente, no hay un día de buenas noticias. Y vuelvo a la poesía para pedirle si no una explicación, luz de esperanza, pero no me escucha... De cuando en vez busco encaje entre el desasosiego y la intemperie y aparece el desorden mental... (Mis palabras penetran en ti; imagino que estás de mí que me vomitas y por eso pasas de soslayo. ¿De qué hablo? De no volver a perderte). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario