"En la conversación, como en la guerra, basta resistir un cuarto de hora más que el adversario. La tenacidad vence sobre la razón, sobre la ciencia: reduce al adversario al silencio por medio del aburrimiento". (André Maurois). De eso se trata, de no volver a perderte. De resistir hasta que reconozcas que estás más loca que un reloj de cuco... Uy, perdón. No eres tú quien me preocupa -tampoco yo a ti, aunque estés de mí que me vomitas-, es quien has querido rescatar de sus horrores, y sobre todo, salvarlo del implacable y cruel sufrimiento del agravio comparativo. Ni punto de comparación. Nunca te lo agradeció, al contrario, sembraste en él el desprecio al sentirse abandonado. Probe. No te puede sacar de la cabeza y hace lo que está al alcance de sus sucias manos para hacerte daño. Sabes quién es y cuál su mercenario. No da la cara. No como yo. Que hoy de nuevo digo que te quiero. A pesar de la lluvia de recuerdos que me trajiste a casa. Te quiero. A pesar de que has vuelto a cambiar tus caderas de acera. Te quiero. A pesar del duelo. Te quiero. A pesar de todo, quiero decirte que te quiero. Gracias.
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