"Tardé en comprender que no sirve de nada llenar el trastero de la memoria de cosas inservibles y dejarnos atrapar por un síndrome de Diógenes íntimo. De recuerdos con un peso excesivo, de errores acumulados que cargan con una capa de polvo desproporcionada que provoca alergias de todo tipo. Ojalá ese conocimiento llegara antes y no necesitáramos tantos años para adquirirlo. Nos ahorraríamos mucho tiempo perdido buscando soluciones para problemas que no merecen la pena, indagando en misterios sin valor, pagando deudas que creemos pendientes y que solo son, en realidad, bisutería emocional que solo sirve para adornar nuestros fallos sin llegar a encontrar en ellos un aprendizaje digno de tener en cuenta. A todas las debilidades que nos hicieron dudar, a todas las pérdidas que nos hicieron equivocar el camino por tomarlas demasiado en serio, a todas las decisiones culpables de alejarnos de nuestras verdaderas necesidades. ¿Cómo encontré la forma de retirar los escombros que vamos dejando a medida que construimos y destruimos días? De la forma más tonta. Corrigiendo con típex unos datos. Me di cuenta de que los espacios que tapaba con líquido blanco volvían luego a darme la oportunidad de reescribir en ellos. Eliminar el fallo y concederme el derecho (¡el privilegio!) de desandar y crear nuevas huellas. Me pregunté si podría hacer lo mismo con mi memoria, allí donde se acumulan las decepciones caducadas, los sueños en siniestro total, las falsas esperanzas, los cargamentos vacíos, los calvarios que exageramos, los amores ridículos con los que nos autoengañamos y las creencias que ya perdieron su razón de ser. Y lo hice. Poco a poco. Típex a tope. Algunas líneas necesitaron varias capas, otras aún se me resisten. Pero ya caerán". (Tino Pertierra para "La Nueva España"). Merece la pena leerlo más de una vez, o más de dos y tres, si uno es torpe de entendederas. (Con su permiso).
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