Confinado en casa, nunca estuve tan dispuesto a ganar el tiempo perdido, ganar el tiempo perdido y regalármelo para jugar con mis nietos. Nunca tuve tanto tiempo y a la vez tan poco. Realmente ahora solo puedo soñar lo que no tengo al alcance de la mano: la familia, y los hijos primero. Y mis nietos que a veces nombro y tanto quiero. El coronavirus nos mata si antes no morimos de abandono. Parece que estamos condenados a morir en este ahora sin esperar lo que venga. Sea lo que sea. A veces uno no sabe lo que gana... A veces uno no sabe lo que pierde... Sin embargo, nadie pierde más que el que no sabe lo que quiere. Cuídense de los que no saben lo que quieren porque ya están perdidos en el bulevar de los sueños rotos del Sabina y eso es peor que morir sin haber llegado el día que de viejos nos tenemos que morir. Sí y sí. Ahora no hay asuntos inaplazables, ni prisas para llegar a la oficina. Ahora solo hay tiempo para el recuerdo, para pedir a Dios que la ciencia obre un milagro. Y puesto que marzo fue un funeral sin cuerpos presentes, que abril decida donde enterrar tanta muerte. Gracias.
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