De lo más inteligente que oí desde que se hizo notar el coronavirus en nuestras vidas: "Si está muerto de algo murió". Pues claro que de algo murió si está muerto. Hasta yo lo sé, y eso que no me considero un ser inteligente, ni mucho menos. Que yo sepa, porque siempre hay un roto para un descosido, solo una amiga ida me considera inteligente. Y sigue queriéndome. Pero ya no tanto por mi supuesta inteligencia, sino por mi mala hostia, con perdón. Sin embargo, va diciendo por ahí que no me quiere por mi mala hostia, con perdón. Ni siquiera por sacar a pasear lo peor de sí misma como lo haría su mejor amigo (yo también te quiero). "Si está muerto de algo murió", es la historia de un mundo civilizado que le dio por gastar en recortes lo que tenía sin echar cuentas de que una política global mercantilizada, miserable en gasto social, educación, dependencia, sanidad, y rácana en ciencia e investigación, lleva a la muerte sin saber que si uno está muerto de algo murió. El no saber ni querer aprender, que siempre digo, lleva a la muerte. Ustedes y yo lo sabemos, falta que lo sepan los dueños de los partidos políticos y el fatuo ministro de finanzas holandés que considera a los españoles: "Creyentes, borrachos y vagos". Gracias.
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