El ministro de "los coronavirus" nos tiene confinados en casa y mi esposa, por mi salud, porque ya está que se sube por las paredes, me acorrala en mi impagable soledad con mi ordenador que me ordena. El ministro nos confina en casa y debería poner al menos a disposición de mi esposa, digo mi esposa y digo alguna otra, -por cierto, mi esposa, aunque es tema que deseo tratar en otro de soslayo, está intentando dejar de fumar-, un psicólogo, un psiquiatra y por si la cosa va para tragedia un enterrador. El ministro de "los coronavirus"... Uy, oigo pasos, es mi esposa, baja las escaleras gritando... No sé si dará en loco antes de lo previsto, ¡qué nervios!. Díganme ustedes si no podía haber elegido otro día y otro año para dejar de fumar. Para mi esposa que es mujer de armas tomar el tiempo no es rutina, y a pesar del amor y la santa poesía que nos vincula la temo por lo que dice y por lo que no dice. Qué no daría por darle un beso y un abrazo de corta distancia sin un policía por el medio. Por regalarle de mi tiempo el tiempo que dure esta locura. Porque no sufra. Porque no me mate. Maldita cuarentena emocional. Lo dejo, tomo café y subo al desván. Deséenme suerte o pasen hoja y ya oren una oración por mi alma. Gracias.
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