Ayer encendí el timbre de casa porque mi esposa me dijo que esperaba un paquete de su madre y vino el cartero y dejó el paquete y todo perfecto; pero en un descuido, culpa mía, no apagué el timbre y hoy volvió a timbrar. Yo estaba con lo mío y me dio un susto de agárrate que vienen curvas. Volvió a timbrar el timbre y no era el cartero, era el porvenir y pasó hasta la cocina. Créanme ustedes que no miento. El porvenir llamó a mi puerta y esto nunca me ocurrió, tal vez a nadie le ocurrió, a pesar de saber que el porvenir viene y pasa, pasa de largo. El porvenir vino y me trajo una protesta burlona que escribí hace tiempo. Esperaba que llegara la ocasión para echarla a andar pero se adelantó y la protesta burlona resultó delirante, mejor de lo que tenía previsto, y le eché tiempo e imaginación. Si quisiera dar con un parecido... con los saraos que se regalan los políticos envueltos en papel de regalo mientras les llega la hora de la verdad. (Si en una cacerola meto y mezclo la verdad y la mentira aparece la locura con una avalancha irrefrenable de dislates. ¿Quién te escribirá el día cuando no esté? Gracias.
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