Un día más apelo a la rutina para vivir sin miedo. Vivimos vidas atarantadas basados en otras vidas y en otras expectativas. Confundimos sueños con realidades a la vez que dejamos de ser nosotros y olvidamos a quienes tanto amamos. No somos nosotros ni nuestras circunstancias, tan siquiera nuestros asuntos inaplazables. Un día más apelo a la rutina, asomado a la ventana de un hospital, con el propósito de ver amanecer el día como si fuera el último de mi vida... Lo que cuesta aprender por las buenas lo aprendemos por las malas en la fría sala de espera de un hospital. Por ser más altos y más guapos y más maravillosos y más genuinos y más de todo... Para sentirnos libres en el más amplio sentido de la palabra. Y la salud que no falte. Por sentir la salud correr por las venas. Por estar en paz con Dios sin que la soga suba y el ataúd baje. Por ser aquello que siempre quisimos ser sin ningún género de dudas. Por ser incondicionales y coherentes con nosotros. Por simplemente ser y estar olvidémonos de eso y lo otro y aquello y elijamos la familia. La familia, y los hijos primero. Porque en fin. Gracias.
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