martes, 24 de marzo de 2020

Mientras mato el tiempo echo cuentas.

Echo cuentas y llego a la conclusión que si el coronavirus no alcanza pronto la cima y baja y todo vuelve a ser como antes... ¿Comprenden? Yo que en un verbo cojo cariño a la gente y en particular a las damas que custodian mi salud, no las volveré a ver si no es por videoconferencia y eso solo son formas de conversar gente de gobierno y personas importantes. Pero qué triste llegar a viejo y no poder ni siquiera platicar con las damas que custodian mi salud. Las damas que en mi vida no tienen poesía son mis confidentes amigas. Qué curioso, nunca las consideré amigas ni confidentes. En otro apartado curioso sitúo a las amigas idas. Las amigas idas si no volvieron algo harían y seguirán siendo amigas hasta que el ministro me deje salir de casa y me pidan perdón y se lo conceda sin merecerlo. Aunque raramente escribo lo que siento... Imagino que escribo lo que quiero que sienta quien en un descuido entre en de soslayo y me lea. Vaya, mi vida en estos momentos se reduce a la pantalla y al teclado de mi ordenador que me ordena y soy adicto y cuando lo que sube baje, si Isaac Newton tenía razón, y vale también para el colonavirus, no tendré gaita que tocar ni amigas que cantar. Ser ciego en el amor es otra tragedia. Creo que la vida de otras vidas confinadas en casa son parecidas... Uy, en los tres puntos seguidos de atrás fui a tomar café y al volver descubrí una certeza que vive en mí: quiero a quien me quiere y a quien no me quiere. Depresión resuelta. Me queda por resolver el litigio que mantengo con mi alter ego. (Sepa quien lo ignore, que no hay mal que por bien no venga). Gracias.

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