En tiempos de confinamiento en casa y pocas bromas, una amiga por wasap se interesó por mi salud y la de mi esposa. -De todas mis amigas, la única-. Bien, de salud bien, gracias. Le contesté. ¿Y vosotros? Le pregunté. Nosotros también, pero mi marido está que se sube por las paredes. A ella, como a mí, nos sienta bien el confinamiento en casa. En este punto aclaro que nos sienta bien por diferentes motivos, pero nos sienta bien. Aunque a su esposo... Y si digo su esposo digo mi esposa cogerían al "ministro de los coronavirus" y le dirían que esté tranquilo, que no tenga duda, que cuentan con sobrevivir, y que cuando todo acabe... Y aquí viene la peor amenaza: irán en su busca y será él quien tenga dudas por su sobrevivencia. El esposo de mi amiga es un ser libre y el confinamiento no entra en su cabeza. Tiene que estar en casa, él como mi esposa lo saben, pero las lágrimas que con el tiempo cristalizaron en el alma ya van aflorando por sus mejillas y Dios y su María cojan confesado al "ministro de los coronavirus" pues no es dueño de su futuro... Lo sabe mi amiga y lo sé yo, pero no él. Gracias.
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