martes, 1 de octubre de 2019

Chismes de vecindad.

Ayer amaneció como casi todos los días... Desperté, tomé una ducha, me vestí de punta en blanco, puse mi mejor sonrisa y conecté mentalmente con mi propósito para el día... ¡Vaya, ni de coña!. Entonces se me ocurrió tomar café en el bar y poner la oreja por si un aquel o aquella pero ni con esas. Los bares ya no son lo que eran. Ni un chisme de vecindad que merezca la pena escribir... Sin musa, nada me inspira. El pueblo de Patricia es de conducta tan intachable que si no invento los días acabo escribiendo del carrefur que no fía y de políticos corruptos. Y sin salir de casa, porque hasta que no entra Patricia por la puerta y almorzamos y me anima a caminar no salgo de casa. Ay, amor, que alegría a media mañana... La cosa no podía ponerse mejor cuando haciendo camino por Les Seniaes le pregunté: -¿Sabes qué fue de fulano de tal? -¿El mismo fulano de tal que te acaba de ceder el paso en la calle con una sonrisa? -¡Qué me dices!, hace meses que no coincidimos al doblar la esquina ni en casa de una amiga común... (¿Común o en común? La sintaxis te la dejo). Lástima que me haya pasado de soslayo, me gustaría agradecerle lo de la semana pasada y regalarle una canción nueva. Es una ranchera que le encantaría cantar. (Como tantas otras veces, Eugenio tenía razón: "todo lo que sube baja", por eso lo cito, mi dilecto Eugenio). Gracias.

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