miércoles, 30 de octubre de 2019

Érase una vez un pueblo.

Érase una vez un pueblo que se desenchufó por completo de la realidad... Y vean ustedes qué desconsuelo. Probe pueblo.

Días atrás escribí acerca de la fibra óptica que en breve tendría el pueblo de Patricia (y yo), según la vecina chismosa, pero antes había que llamar a un número de teléfono y preguntar por un fulano de tal y decir que llamabas de parte de otro fulano de tal para que la instalaran o, de lo contrario, no habría fibra óptica y qué raro me parecía, ¿recuerdan? Pues ya tengo fibra óptica en casa. Y lo más importante, sin llamar a ningún fulano de tal. Entonces viene la sabiduría del pueblo al caso: "Cada pueblo tiene el gobierno que se merece". Pues no, porque el pueblo no merece esa frase ni siquiera es sabiduría del pueblo, sino de José de Maistre. Pues sí, el pueblo es como es, y por ser como es, echo mi mente absurda a pensar y sí: "El pueblo que se deja gobernar por los besos y los abrazos y las ideas de bombero, lo merece". "Cierra los ojos pa’ no llorar", como la Montiel, porque es lo que merece el pueblo. (Quién hubiera imaginado el día de aquellas elecciones municipales cuando ya sabíamos lo que sabemos que un día no tan lejano tendríamos lo que entonces y ahora merecemos como pueblo). Gracias.

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