Desde mi impagable soledad, y escribiendo el día que me gusta vivir mi esencia permanece invariable. Como si los años no pasaran por mí. Por fuera sé que no pasan, pero hablo por dentro que tampoco. Me emociono solo de pensar cómo alcancé la gloria sin justificar nada a nadie ni si quiera aparentar lo que nunca fui. Soy lo que ven los ojos de quien me mira a simple vista, aunque hubo quien dijo conocerme y ahora dice lo contrario por mandamiento supremo. Ni preocupa. Ni me importa el rechazo de quien se considera perjudicado por mis maneras a veces distraídas. Sí, es cierto, a veces, porque voy a lo mío o mi vista cansada me pasan de soslayo relaciones frustradas. Lo cierto es que yo no vine al pueblo de Patricia a hablar de mi libro como Umbral, vine a ser feliz y si alguien de mirada clara llama a mi puerta la abro con las consecuencias que arrastre. (Consecuencias que pondero porque como los mejores constructores, el precio de origen nunca es el precio final). Gracias.
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