martes, 15 de octubre de 2019

La Casa de Dios.

Lo grave no es volver de nuevo a votar para que nada cambie, ni la crisis que se avecina, lo grave es no llegar a fin de mes.

En campaña o precampaña, porque los dueños de los partidos políticos llevan cuatro años metiéndonos miedo en el cuerpo, se pudiera decir que lo han conseguido. Sí, tenemos miedo. Sin ideales, referencias, héroes a quien honrar, líderes que nos saquen de la miseria; sin un dios en quien creer no importa quedar sin tu mirada, digo yo, quizá ni existieron tus ojos. Nunca fuimos más pobres, pobres de pan, de sueños, de creer que mañana amanecerá un día feliz. Pero hay más: Kristel me dice que está perdiendo la fe en sí misma. Y eso no es grave, eso es más que grave. La familia, el trabajo, perdón, la explotación quise decir. El único pecado que mi niña ha cometido es trabajar sin días de descanso para llegar a fin de mes por los pelos. Kristel sueña con Diego, y eso es lo mismo que vivir sin amor. La pescadilla se ha mordido la cola. Otoño avisa que llega el invierno frío. El que está quiere seguir, el que estuvo quiere volver, y el resto se queda. ¿Será así la Casa de Dios? Gracias.

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