Ahora que ha quedado claro que mi vida no se fía de mí, ha quedado claro eso y algunas cosas más, naturalmente con las excepciones que pudieran confirmar la regla, como que la vida me favorece por el rastro que dejo al andar, rastro de amor y no desamor, digo que el poder del perdón únicamente lo conceden después de merecerlo los valores humanos. Y vaya por Dios y su María que de eso no queda en la Casa del Señor ni en este país. Como medicina para la memoria y arma para la lucha diaria, ante cualquier situación singular, acudo a mi viejo y sabio amigo, Eugenio, y recordando su sabiduría encuentro luces que un descuido dejó encendidas para rescatar a gente de buen corazón del sitio donde el perdón las mantiene como rehenes. Sin justicia no hay armonía. Porque ser justo es atenerse al recto orden de las cosas. Ajustarse al respeto debido de la gente, ajuste que produce armonía, como los músicos que son fieles a la partitura interpretada. Se dice que Simónides de Ceos, ilustre poeta, notable músico y laureado cantor, solicitó a Temístocles, famoso estadista, un favor que algo rozaba la injusticia y Temístocles le contestó: "Si yo te propusiera que desafinases en el canto, ¿consentirías en hacerlo? Gracias.
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