A quién importa el fracaso si viene de la mano del orgullo y el miedo. A quién importa un hecho incapaz de trascender a la muerte. A la muerte solo trasciende lo que se hace para los demás, no para uno mismo. El miedo al fracaso es el porciento de interés que se paga por la deuda que se tiene contraída con la conciencia. (No volveré a leer libros de psicología que no entiendo ni me entretienen). Cuando el miedo es más fuerte que la bolsa de valores y el porciento de interés que aplican los usureros... Luego está el autoengaño y la hipocresía y el apoyo que juramos tener y no tenemos. (Y me salves. Y te salve). ¿Y qué fue de la promesa que juntos echamos a andar? El amor se alimenta de lo mejor de nosotros para ofrecérselo a la santa poesía como ofrenda. ¿Recuerdas? La santa poesía no se deja engañar y un poeta no miente. Pero eso ya lo sabías.
Era de esperar: una mirada decidora, el miedo al miedo y lo que callo que es más de lo mismo nos llevaron al abandono. Sí, dijiste sí, pero no te creí porque sabía que lo nuestro estaba destinado al fracaso y la respuesta es: ¡Qué disgusto!. Gracias.
El miedo es corrosivo. El individuo esta en vías de extinción. Ahora todo es colectivo. Somos masas de ovejas. Menos mal que nos queda la poesía y la muerte.
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