Sin pena ni gloria, sin darme apenas cuenta, llegó el sábado de fieles los difuntos y no tengo muertos que enterrar. Ni vivos que están muertos. A los muertos que están vivos y no lo saben les dejo que se entierren solos... Es una gracia sin nombre verlos deambular doblando esquinas. ¿Quién le quita un caramelo a un niño? El lunes creí que llegado el sábado colapsaría el cementerio y que tendría que contratar a uno o dos enterradores más y qué pena. En campaña electoral nadie se quiere morir sin cumplir sus expectativas, perdón, quise decir morir antes del recuento de votos, que tal vez sea lo mismo. Para mí son muertos sin una gota de sangre. ¿A quién interesa el llanto de nadie? A estas alturas de las canas y de tantos adioses uno ya solo es fanático de la vida, Les Seniaes y una luna de primavera que me espera... Si el sol al fin se duerme. Gracias.
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