martes, 14 de mayo de 2019

Muerto y frío.

La honestidad y la sinceridad en política no existe, ni existirá. Ni la moralidad, el honor, la dignidad ni un sentimiento sincero del corazón. Hace unas semanas hubo elecciones y voté y ganaron los míos. Siempre gana los míos, aunque confieso que a veces me arrepiento antes de meter la papeleta en la urna. De viejo me cansa votar, me cansa votar y no aprendo nada. Y además con el recuento de votos se acrecienta mi decepción con los dueños de los partidos políticos. Ay, qué pena me doy. Voté para las generales y autonómicas, y ahora votaré para las municipales y europeas. Los candidatos tienen preparadas disculpas a prueba de todos los votantes: son geniales, agradables al trato y presentan soluciones que albergan ilusiones y esperanzas para todos. Nos confirman que lo malo ya pasó y que lo bueno llama a la puerta. Lo dice uno y lo dicen todos.

Los candidatos con la cara de los bautizos nos asaltan por la calle con ideas peregrinas, delirantes, ocurrencias situadas en las antípodas de las necesidades de la ciudadanía. Se ponen de acuerdo para mentirnos como votantes y hacernos daño, más daño, como si la realidad no fuera exigentemente cruel. Somos masoquistas o algo peor si existe cuando hablamos de volver a votar con renovadas esperanzas. Siento ser pesimista, siento no ser capaz de imaginar un futuro mejor, siento que gane quien gane perdemos los votantes. Los políticos ganan, unos más que otros, sí, pero ganan y perdemos los votantes. 

Los candidatos son personajes siniestros de ciencia ficción. Y ahora, para mayor dolor, me cuentan que hay votantes que no llegarán a las próximas elecciones por no tener alternativas de vida. Entronizaremos a un político y no será mejor que el último que nos llevó al desconsuelo si no es el mismo. De ser verdad lo que digo, debiera ser suficiente para considerarnos en concurso de acreedores. Anhelamos un país mejor y creo que entre todos lo hemos echado a perder. Cada vez que nos convocan a votar nos hacemos el haraquiri. Somos suicidas, somos nuestros peores enemigos. Y a pesar de saber que nos va la vida en ello... Disculpen el desánimo, voten o hagan lo que consideren. Buena ventura y la salud que no falte. Gracias.

1 comentario:

  1. El voto del miedo dijeron por ahí. Ganaron los míos. ¿Y por qué no tengo alegría? No lo sé. La política es tan falsa. Desde el momento en que el máximo representante siempre tiene que ser un símbolo de elocuencia. ¿Qué pasa con los que poco hablamos? Nunca tendremos representación.

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