miércoles, 8 de mayo de 2019

En política todos somos vulnerables.

Tomando café en la barra de un bar a dos señoras de rancio abolengo les oí decir que la peor traición es el autoengaño. Y yo, escaso de entendederas pregunté al camarero acerca de aquellas palabras a las que no quise dar cualidad de certeza. "Ni yo", contestó el camarero. Aclaro que un camarero en asuntos de traiciones y autoengaños sabe más que un psicólogo.

Creo que la traición es rencor porque viene de la mano de la razón y la gratitud, de la fe y el amor. Y qué lástima que la vida está llena de fingidos, obstáculos, porcientos o asuntos inaplazables. Nada peor que conseguir lo que se quiere a través de la traición. Nada peor que crecer entre las contradicciones de la traición. Nada peor que las sombras del remordimiento y el por qué y el qué distraigan y devalúen la palabra. Nada peor que vivir de espaldas a la verdad. Nada peor al saber que nada es nada. Pero hay más: nada peor que darse cuenta que lo que sube baja. -¿Y el autoengaño? -Cosa seria el autoengaño-. (Con este tremendo varapalo a la razón y fracasado el liderazgo de los dueños de partidos políticos, sin renovar utilidades, engreídos y sin futuro, hay quienes ya se frotan las manos y sonríen porque ha llegado la hora de repartir abrazos). Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario