sábado, 1 de septiembre de 2018

Tus días me contagian.

Me apasiona escribir y hacer malabares con la palabra, y daño, lo confieso. La palabra es implacable. Y me gusta la política por lo mismo. Vivo los años altos y me siento con fuerza para valerme de manera independiente. Lo cierto es que la vida no nos permite elegir nuestras guerras y el campo de batalla. Y si amiguitos del alma ni una trinchera para esconderse. Probes.

"El caballo se alista para el día de la batalla, pero la victoria viene de Jehová. Con Dios no siempre se gana, pero nunca se pierde, por tanto, si el Señor no va contigo mejor quédate". (Proverbios 21:31). Aplícate el cuento si el Señor no va contigo.

Mañana es hoy y con la promesa de mascar algunos estropicios se me ocurre una pregunta: ¿Creyente como eres, irías de rodillas a pedirle a tu Dios por mi salud mental? Qué triste lo tuyo, eso creo, también creo que sufres porque, egoístamente, alguien solo mira su ombligo. Porque hablamos de política te enseñaría el camino de la emancipación, pero estás atada de pies y manos, además de temer mi desaire. Lamento que me consideres capaz de lo peor, que no me conozcas y dudes de mí (de otro las culpas son y no tuyas). De cuando en vez lo digo si creo que el dicho viene al caso: "lo mucho hasta Dios lo ve", pero el pueblo es soberano y mira para otro lado; lástima que le falte militancia ciudadana, o simplemente curiosidad para saber que nadie puede ver jugar a pádel en silla de ruedas. Menudo galimatías. Con Enol de paseo no pude entrar. Y la Cruz del Valle de los Caídos, como Pedro Sánchez, a ésta yo también la convertiría en un lugar de reconciliación por los caídos que desparramarán sus huesos cuando llegue el día. Si llega. En esas condiciones no llegará. Son estropicios y son verdades. Confío que recapacites y vuelvas sin haberte ido. No te eches a perder. Sin querer me apego a tus días. Gracias.

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