Recuerdo el día que conocí a Eugenio. Al verme me preguntó de dónde era y de dónde venía. Soy de Asturias y vengo de allí, le contesté. Es mucho, me dijo: saber de dónde somos y dónde venimos es fundamental para saber a dónde queremos ir. Y no distraernos en nada que no tenga que ver con nuestros aspiraciones. Eugenio era la persona más sabia que conocí.
Sucedió el día que nos conocimos; luego hubo otros días en los que me demostró su sabiduría. Eugenio era un libro bueno abierto a quien quería saber. Yo quería saber y él me enseño: nunca olvidaré su buen juicio. Ni su cercanía. Fue el primero que me llamó amigo en el pueblo de Patricia. Y lo mantuvo hasta el día que murió. Eugenio puso el listón muy alto. Lo cierto es que ahora me conformaría con menos, pero ya el gaucho Cafrune, otro hombre sabio dijo: "... y yo por aquí no pasé". No me interesa llegar alto, no sabría manejarme entre el ego y la soberbia. Vivo como quiero mientras otros dudan. Recuerdo a Eugenio que me dio la oportunidad de sentirme querido... También me enseñó a ganar y callar. Para crecer en mí. Gracias.
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