sábado, 14 de febrero de 2015

Genuino el amor.

Vamos al teatro y reaccionamos con historias de amor que interpretan los actores, nos ponemos en su pellejo y respiramos reconciliación con la poesía de la vida que valida el bendito amor. Historias de amor que nos hacen recordar y quizá soltar una lágrima por un amor que pudo ser... Y salimos del teatro con la intención de robarle tiempo al tiempo porque tenemos que retornar al verdadero amor. Cuestión de vida. 

¿Qué somos y sobre todo qué queremos ser? Si hablamos de amor, amar sin miedo a las consecuencias... No es opción perder la oportunidad de entregarse al amor... y crecer en armonía junto a la persona que es capaz de invadir lo efímero del gozo que transciende y nos reconcilia con la existencia.

Nada sin amor. Nada como dejarse cautivar por el amor. A pesar de vivir un mundo de contradicciones, amor. Y sin embargo, el estado de confusión es de tal magnitud, que consideramos amor como sentimiento de corazón colindante cuando además es una actitud que tiene su origen en el diario acontecer. Crecemos con el amor y la capacidad de amar pero no nos amamos lo suficiente. Dejarnos amar. Se equivocan quienes viven al margen del amor, quienes en lugar de corazón tienen una piedra con canto rodado de río que viaja sumergido hasta el fondo de un mar. Somos fruto (y usufructuarios) del amor. Genuino el amor.

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