martes, 30 de abril de 2024

De aquellos polvos, estos lodos.

Si lo sabes y quieres, dime: ¿Por qué cierras la puerta de tu salvación? ¿Por qué no quieres que se sepa la verdad? Ocultas más de lo que sabes que escondes. Ese nivel de ocultación solo puede esconder una promesa que abrazaste sabiendo que la ibas a incumplir. Lo tuyo es un poema. A ti solo te interesa el amor y ser feliz, y recordar a Coelho en las redes cuando te levante el veto, que va a ser nunca. Tú que tanto maltrataste, te maltratan. ¿"El que a hierro mata, a hierro muere"? (Axioma mortal). -¡"Que me deje vivir en paz"!-. Y qué menos: para ti, será la única manera de amar y ser feliz. Ah, y que no te juzgue como tú juzgaste. (A no maltratar y a no juzgar se aprende). Te conformarás con las ganas de querer no haber querido. Y yo que finalmente hayas aprendido que, creer para poseer o creer para ser sin estar, es una gran torpeza. De poseer allá tú, de pensar que no fuiste la persona que quisiste ser a cambio de romper una promesa: supéralo por un camino de rosas rojas si un día supiste a qué huelen, porque es un imposible recomenzar. Llegó la primavera y llegará el verano y en la "Parábola de uno mismo", Alberto Cortez, anunció hace años, recordándonos que, para entonces, uno solo es/será, "una isla desierta/ un médano en el mar/ un espejismo/ que empieza por abrir todas las puertas/ y termina a solas consigo mismo/". Por eso, pedir que cambies tus caderas de acera y, volver, volver, volver, como la ranchera, sería una desafortunada redundancia. Gracias.

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