En este mundo inagotable de casi todo nos conformamos con tradiciones decadentes para no pensar y evitar que nos duela la cabeza. Y no hablo del Toro de la Vega en Tordesillas como ocurrencia criminal de origen desconocido declarado fiesta de interés turístico endemoniado que consiste en perseguir y acorralar a un toro por decenas de picadores y lanceros en la cual alguno de estos intenta alancear al toro hasta la muerte... no, no, qué toro, hablo de torrijas. Estoy de torrijas que me vomito. Y mi esposa me anuncia que esta semana más. Esta semana, las segundas pascuas. ¿Qué les pareció? (No me contesten, gracias). En la tierra de las flores, de la luz y el amor, del azahar y Les Seniaes, la Semana Santa se repite, pero sin muerte ni resurrección, solo torrijas. Mientras dependamos de nuestras tradiciones, no aprenderemos a abrir la ventana a la cultura y la buena gastronomía. Y a otras religiones o tesoros divinos. He hurgado en la literatura religiosa y no encontré un porqué a esta tradición. Le pregunté al párroco del pueblo de Patricia y es cubano y no sabe. También he consultado con los sabios sostenedores de las tradiciones y solo conocen la cetrería (igual que el Toro de la Vega pero con palomos: hasta la muerte). Muerto Eugenio, nadie sabe. En fin, a pesar de mi esfuerzo para encontrar el origen de la torrija, no la encontré y solo puedo declararla santa, como la Semana Santa o las Segundas Pascuas. La Santa Torrija. (En de soslayo. 02/04/2024). Gracias.
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