Existe una línea fina y resbaladiza que separa la salud de la enfermedad y el gobierno pasa de largo. La más resbaladiza, si cabe, la Salud Mental, y no me canso. La Salud Mental nos está matando, basta con salir a la calle en la noche desvelada y fijarse en los ojos cristalinos andantes que brillan como luciérnagas. Vamos a un Centro de Salud Mental y está cerrado por defunción o por obras. Faltan enterradores y no hay arquitectos capaces de ajustar los centros de Salud Mental a la medida de las benditas necesidades de la enfermedad mental. Altibajos imprevisibles. Si un domingo de ir a misa y cantar la verdad hablamos de Salud Mental, no existe. Faltan enterradores y no hay arquitectos capaces, pero como tampoco hay psiquiatras ni psicólogos ni trabajadores sociales, la enfermedad mental no existe. Llega la pregunta: ¿Para qué la facultad de medicina enseñando la ciencia de Hipócrates? ¿Para "Vente a Alemania, Pepe", como la peli? La Salud Mental se nos está yendo, o se nos ha ido de las manos. Si excluimos a grandes pensadores y poetas que tienen su salud mental recluida en la cordura, los demás, pisamos esa fina y resbaladiza línea y un día sí y otro acaba siendo también. Y para mayor gravedad del asunto, estamos rodeados de politiqueros que encomiendan la política a la desesperanza para infundirse ánimo y ganar elecciones. Hagan lo que hagan, siempre ganan. (A la Salud Mental y lo que somos como sociedad, lo que sea, por supuesto). Gracias.
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