En Les Seniaes me tropecé con Javier. Javier es una persona de amena conversación, y tiene caballos. Entonces recordé a la dama de la interacción nula, y a pesar de los pesares: -"¿Qué haces? -"Acotejando alforjas, no lo ves". Es prácticamente imposible que me abra a unos y otras: unos y otras me aburren, y a Javier no lo entiendo. ¿"Acotejando alforjas"? Cuesta lo que cuesta, pero en fin: -"¿Pesa? -"Toma, ayúdame, haz algo". -Me dijo con cierto retintín-. Y me puse a ello: un fardo para esta bolsa, otro para la otra y a tierra. Y yo, terco como una mula volví a intentarlo. Esto para esta bolsa, aquello para la otra y a tierra. No cabe duda: Acotejar alforjas quiere decir reírse de mí, pregúntenle a Javier si no. Parece que todo en la vida es arte; el arte de saber dónde se puede poner peso y dónde no; el predecir su balanceo en función de la carga y disponerla de tal suerte que un lado del serón haga contrapeso al otro. Por ese motivo, cuando lo que se pone de un lado pesa más que el otro, la carga como peso muerto va a tierra. De fijo que Locke y Montesquieu concibieron la separación de poderes como un mecanismo necesario para garantizar su correcto funcionamiento, acotejando alforjas. (Confieso que a mí no se me hubiera ocurrido. Quizá se me hubiera ocurrido lo que se me ocurrió: "Si quieres pasar un buen rato, vete al circo, Javier"). Gracias.
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